Tipos de problemas en el aprendizaje
Tipos de
problemas de aprendizaje
Dislexia
Dislexia se define como dificultad
para leer. Cuando los niños están aprendiendo a leer y a escribir en el
jardín infantil y en primer grado, es común que confundan la letra “b” con la
“d”, el número “6” con el “9” y que confundan otros tipos de palabras. Es
importante aclarar que esto no es un problema de visión, sino que el cerebro
está invirtiendo o modificando la secuencia de la información que recibe de los
ojos. La mayor parte de los niños supera este problema antes de los siete
años aproximadamente. Sin embargo, en el caso de los jóvenes disléxicos, los
problemas de lectura persisten.
En otra forma de dislexia, la
mente identifica correctamente la palabra que “ve”, pero tarda en relacionarla
con su significado. Estos adolescentes leen muy despacio y es posible que
tengan que releer el material varias veces antes de comprenderlo. Otras
actividades de comunicación también pueden presentar dificultades, tales como
comprender el lenguaje oral y expresarse de forma oral y escrita
Disgrafía
Disgrafía (o agrafía) se define
como dificultad para escribir, como resultado de la dislexia, de una
coordinación motora deficiente o de problemas para entender (interpretar) el espacio.
La forma de manifestarse depende de la causa. Un informe escrito por un
adolescente con disgrafía debido a la dislexia tendrá muchas palabras ilegibles
o mal escritas. Por otra parte, la torpeza motora o una deficiencia en la
percepción visual y espacial sólo afecta la letra, no la ortografía
Discalculia
La discalculia se define como
dificultad para hacer cálculos matemáticos. Las matemáticas son un problema
para muchos estudiantes, pero la discalculia puede hacer que un adolescente no
comprenda incluso conceptos matemáticos básicos.
Discapacidad de la memoria y el procesamiento auditivo
Las discapacidades de la memoria
y el procesamiento auditivo incluyen la dificultad para comprender y recordar
palabras o sonidos. Es posible que un adolescente escuche con normalidad y, sin
embargo, no recuerde las partes importantes porque su memoria no está
almacenándolas ni descifrándolas de manera correcta. O tal vez escuche una
frase pero no pueda procesarla, especialmente si se usan palabras complejas, es
muy larga o se dice rápidamente, o si hay ruido de fondo. En el caso de los
jóvenes con trastornos de procesamiento auditivo central (TPAC), el zumbido de
un ventilador o los sonidos típicos de una clase pueden interferir con el
aprendizaje.
Trastorno por déficit de atención
e hiperactividad —TDHA
La American Academy of Pediatrics
(AAP) ha publicado recomendaciones sobre las pautas para el diagnóstico y
el tratamiento del trastorno por déficit de
atención e hiperactividad. Las pautas, elaboradas por un panel
de expertos en medicina, en salud mental y en educación, están dirigidas a los
médicos de atención primaria (y también a los padres) para ayudar a comprender
mejor cómo reconocer y tratar el TDHA, el trastorno neuroconductual más común
de la niñez.
Entre el 4 % y el 12 % de todos
los niños en edad escolar tienen TDHA. Por lo general, el primer paso que es
diagnosticar la afección, no puede hacerse con éxito hasta que el niño tenga
aproximadamente seis años.
La pautas de la AAP para el
diagnóstico incluyen lo siguiente:
- La evaluaciones del TDHA deben ser
iniciadas por el médico clínico de atención primaria en el caso de niños
que muestran signos de problemas escolares, bajo rendimiento académico,
relaciones problemáticas con los profesores, los miembros de la familia y
los pares (compañeros) y otros problemas del comportamiento. Hacer
preguntas a los padres, ya sean directas o mediante un cuestionario previo
a la visita, acerca de la escuela y los problemas del comportamiento
pueden ayudar a alertar a los médicos sobre un posible TDHA.
- Al diagnosticar el TDHA, los médicos deben
usar los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales (DSM-IV) elaborados por la Asociación Estadounidense de
Psiquiatría (los síntomas incluyen facilidad de distracción, hiperactividad e impulsividad). Estas
pautas requieren que los síntomas del TDHA estén presentes en dos
entornos o más de un niño, y que afecten de manera negativa la función
académica o social del niño durante, al menos, seis meses.
- La evaluación del TDHA debe incluir
información obtenida directamente de los padres o los cuidadores, como
también de un profesor de la escuela u otro profesional de la escuela,
acerca de los síntomas básicos del TDHA en diversos entornos, la edad
de la aparición, la duración de los síntomas y el grado de la discapacidad
funcional.
- La evaluación de un niño con TDHA también
debe incluir una evaluación de afecciones coexistentes: problemas del
aprendizaje y del lenguaje, agresión, problemas de disciplina,depresión o ansiedad. Casi un
tercio de los niños a los que se les diagnostica el TDHA también
tienen una afección coexistente.
Las pautas de tratamiento
incluyen las siguientes recomendaciones:
- Los médicos clínicos de atención primaria
deben establecer un programa de tratamiento que reconozca el
TDHA como una afección crónica. Esto implica la
necesidad de educar sobre la afección y un sistema de control sostenido
para registrar los efectos del tratamiento y los cambios del desarrollo en
el comportamiento.
- El médico clínico que brinda el tratamiento,
los padres y el niño, junto con el personal de la escuela, deben
especificar objetivos adecuados para guiar su manejo. Los objetivos deben
estar relacionados con los problemas específicos del niño, como el desempeño escolar, la dificultad para
terminar tareas y los problemas de interacción con compañeros de escuela.
- Si es apropiado, el médico clínico debe
recomendar una terapia conductual o medicamentos estimulantes para
mejorar síntomas específicos en los niños con TDHA. Las pautas
proporcionan una reseña de la evidencia científica para recomendar
medicamentos y terapia conductual.
- Cuando el tratamiento para un niño con
TDHA no ha cumplido sus objetivos, los médicos clínicos deben
reevaluar el diagnóstico original, todos los tratamientos apropiados, la
adhesión al plan de tratamiento y las afecciones coexistentes, tales como
discapacidades del aprendizaje y problemas de salud mental.
- El médico clínico debe brindar al niño con
TDHA un seguimiento periódico y sistemático. El control debe estar
dirigido a los objetivos individuales del niño y a cualquier efecto
adverso del tratamiento, y la información debe recolectarse de los padres,
los profesores y el niño. Las pautas recomiendan áreas para futuras
investigaciones en relación con opciones de tratamiento, resultados a
largo plazo y otras áreas en el manejo de los niños con TDHA.
Aunque a menudo parece que el
TDHA se atenúa durante la pubertad, “Sabemos que eso no es verdad”, señala
la Dra. Suzanne Boulter, pediatra de Concord, New Hampshire. “En realidad, la
hiperactividad puede disminuir, pero la falta de atención y la impulsividad no
se modifican. A medida que estos jóvenes atraviesan la escuela secundaria y la
universidad, es posible que estos problemas sean el mayor obstáculo para el
éxito académico”.
Trastorno del espectro
autista/Trastorno generalizado del desarrollo
El
autismo es un trastorno con una variedad de síntomas que van de leves a graves.
Las etiquetas, como autismo clásico, síndrome de Asperger y trastorno
generalizado del desarrollo no especificadas de ninguna otra manera son
confusas porque los jóvenes con estas afecciones tienen muchas características
en común, como capacidades sociales deficientes, hipersensibilidad a imágenes y
sonidos, dificultades para adaptarse al cambio y otros intereses
idiosincrásicos (distintivos). La diferencia entre un niño y otro es,
frecuentemente, una cuestión de grado. Como resultado, todos estos diagnósticos
son parte de untrastorno del espectro autista.
El
síndrome de Asperger y el autismo ocupan lados opuestos del espectro;
de hecho, el síndrome de Asperger (SA), a menudo, es conocido como autismo
“leve”. Si bien la mayoría de los niños con SA tienen una inteligencia promedio
o superior al promedio, cuatro de cada cinco niños y niñas autistas demuestran
algún grado de discapacidad intelectual. Otra diferencia clave involucra el
habla. Los niños con autismo, por lo general, tienen un retraso en el habla. Por otro lado, los
niños con síndrome de Asperger tienden a ser verbalmente precoces. Y una vez
que comienzan a hablar, es como un dique que se rompe. El Dr. Hans Asperger, el
pediatra austríaco que descubrió el trastorno, llamaba a sus pacientes
“pequeños profesores”, por sus inclinaciones a dar cátedra.
“Dependen mucho de sus destrezas
del lenguaje para arreglárselas -observa el Dr. William Lord Coleman de la
Facultad de Medicina de la Universidad Duke y la Facultad de Medicina de
la Universidad de Carolina del Norte- y, por lo tanto, las utilizan
excesivamente. Esto puede abrumar a las personas.” Esto juega un papel
importante en las dificultades que tienen para interactuar con sus pares. Los
adolescentes que tienen el síndrome de Asperger pasan muchísimo tiempo (incluso
para los adolescentes) en su propio mundo pero, por lo general, se sienten
solos y desean hacer amigos. El problema es que no saben cómo actuar en los
entornos sociales. Entre esto y sus excentricidades, es posible que se vuelvan
víctimas de burlas y de intimidaciones. Los padres de un niño con
SA, o cualquier otro trastorno, deben hacer todo lo posible para estar en
sintonía con los humores del joven. Las tasas de ansiedad, depresión y suicidio son inusualmente altas en
este grupo.
Para distinguir el autismo
clásico del síndrome de Asperger los pediatras y los especialistas pediátricos
se basan en las pautas de diagnóstico del Manual diagnóstico y estadístico de
los trastornos mentales (en inglés). La mayor parte de los niños se encuentran
en algún lugar del medio del espectro. Aproximadamente, solo un joven de cada
mil recibe un diagnóstico de autismo clásico. Se cree que la incidencia
(cantidad de casos) del síndrome de Asperger es el doble y, posiblemente, el
triple.
Discapacidad intelectual
En los Estados Unidos hay,
aproximadamente, medio millón de adolescentes que tienen discapacidad
intelectual. Según su clasificación, nueve de cada diez tienen una discapacidad
intelectual leve y uno tiene un nivel de función intelectual, o coeficiente
intelectual (CI) de entre 50 y 69 (55 puntos por debajo del promedio). Un
IC de entre 35 y 49 ubica a una persona en la categoría de discapacidad
intelectual moderada; de entre 20 y 34, en la de discapacidad intelectual
grave; y de menos de 20, en la categoría de discapacidad intelectual
profunda.
A nivel cognitivo, muchos
niños y niñas con una discapacidad intelectual leve funcionan apenas por
debajo de sus compañeros que no tienen la discapacidad. Incorporan información
y destrezas nuevas, pero un poco más despacio. Los problemas que sí tienen
pueden estar relacionados con la memoria, las destrezas para resolver
problemas, el pensamiento lógico, la percepción y el margen de atención.
Al igual que los padres de otros
adolescentes con necesidades especiales, las madres y los padres,
probablemente, estén tan preocupados por el desarrollo social de su hijo como
lo están por su progreso académico. La adolescencia es una etapa en la que una
persona que es diferente del resto puede convertirse en objeto de burlas. Los
jóvenes que tienen una discapacidad intelectual, además de sus limitaciones
intelectuales, pueden tener problemas de salud física o mental que también llamen
la atención. Por lo general, son muy conscientes de sentirse distintos de sus
pares que no tienen problemas de aprendizaje. Son susceptibles a sentimientos
de frustración y depresión, lo que es comprensible.
Un diagnóstico de discapacidad intelectual se basa
en el CI y en otros dos estándares:
- Limitaciones significativas en dos destrezas
esenciales de la vida cotidiana o más (comunicación, cuidado personal,
lectura, escritura, etc.)
- La afección debe estar presente antes de los
18 años.
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